Cuando mi madre crecía, ella y sus hermanos crecieron pendientes de que su perro Solimán no atacara a diestra y siniestra. La preocupación era mayor cuando este mordía el palo en el que estaba amarrado por ganas de ir a atacar a los pobres demandantes.
Los demandantes andaban un vasito, un canasto y sus palos. Andaban recolectando la contribución para las fiestas de San Antonio Abad (en enero) o de la Asunción de la Virgen (en Agosto). Los palos los protegían de los perros, el vasito era para las monedas y el canasto era para aquellos que no podían dar dinero, sino que daban algo más.
A mi mamá y a sus hermanos les tocó recibirlos cuando su madre no estaba. Así que no había dinero a la mano (¿hubiera habido aún con ella presente?), pero aún así contribuían dándoles huevos.
Mi papá comentó que su abuela recibía a la señora que vendía carne y, a veces, tampoco había dinero. La señora de la carne le decía “de a huevo cómpreme”. Y mi tatarabuela hacía el trueque con huevos. Y si de ahí viene la expresión “de ahuevo quiere que le compre” para referirse a “a la fuerza quiere que le compre” vaya usté a saber.
Qué bonito 🙂