Joy: La peor forma de terminar el día

Había tenido un buen día hasta que entré a ver «Joy: el nombre del éxito». Sí, en el 2015 todavía siguen traduciendo tan bajeramente los títulos de las películas.

Día miércoles. Día de ir al cine. Me costó $2.50 y aún así me siento estafado y estoy comiéndome mi malestar en forma de pastel. Tenía tiempo de no venir a destilar veneno por alguna expresión artística, pero esta película lo amerita.

El título no hace más predecible a la película de lo que ya es. Es obvio que va a ser una película con final feliz desde el minuto que te ponen «Basada en una historia real». Obviamente quieren venderme la idea esperanzadora y llena de optimismo de la mujer (blanca) self-made en Estados Unidos.

Pero alto, David O. Russell. Steven Soderbergh (entre otros) ya lo hizo antes y mejor con Erin Brockovich, hace algunos ayeres, cuando no hacía cosas como «Magic Mike«, «Behind the Candelabra» o «El informante» (En realidad, cuando no hacía cualquiera de las cosas que ha hecho desde el 2001). Es cierto. Julia Roberts le robó solo por popularidad el oscar a Ellen Burstyn; pero aún con esa corrupción, la película en sí no es un desperdicio de tiempo y no duele verla. Esta sí. Esta parece el intento de un director de televisa por entrar a Hollywood.

David O Russell: «Ya todo el mundo sabe que tiene un final feliz, ¡Tardémonos lo más posible en llegar a él!. No hay mucha trama, ¡Metamos un montón de personajes intrascendentes e insoportables sin verdadera razón de existir!».

Ahondemos en lo segundo. Ni el hijo varón, ni la madre, ni el exesposo, ni la abuela (en ese orden) merecen tanto tiempo en pantalla. Podían haber condensado o eliminado completamente esos personajes y no hubiera habido mayor cambio. Sí, es cierto, hubiera quedado rodeada de gente espantosa. ¿Pero adivinen qué? Sigue con esa gente espantosa hasta el final. Así que no hay ningún cambio que esperar.

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Robert McKee (Brian Cox) en «Adaptation»

Quizá es una muestra de que Annie Mumulo («Bridesmaids») todavía no tiene mucha experiencia como guionista. Quizá necesitaba de nuevo a Kristen Wiig o quizá fue O. Russell quien pesó más en la versión final. Y en mi opinión, de sus películas, creo que solo «The Fighter» se sentía «redonda» y aún así ya no recuerdo la mayor parte de ella. No es que las demás no las haya podido disfrutar, pero no son trascendentales. Ya ni me acuerdo en qué terminan «I Heart Huckabees» o «Flirting with disaster«.

En cuanto al casting, me imagino que O. Russell dijo «Voy a conseguir a todos mis amigos famosos para que hagan hasta los personajes más ínfimos. Lo malo es que su contrato dice que deben aparecer por lo menos tantos minutos, aunque no aporten nada sustancial. Mmm…no importa«. Para muestra, Neil Walker (Bradley Cooper) explicándole a la protagonista cómo funciona QVC, ¡¡Como funciona QVC!! Yo sentí que esa escena no iba a terminar nunca.

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No «Winter’s bone»

Eso no es lo peor. Alan Baumgarten, Jay Cassidy, Tom Cross y Christopher Tellefsen editan con las patas, lo cual prueba que muchas manos arruinan el caldo. La edición de la primera mitad es horrible. En una parte, Jennifer Lawrence está afuera del supermercado vendiendo productos y hay potenciales compradoras alrededor. Cuando llega la policía a decirle que se vaya, ya han desaparecido. Cerca están otros personajes que solo salen en ese segundo, acompañando al exesposo, diciendo un par de líneas (gastando tiempo) y a quienes jamás volvemos a ver. En otro momento, Jennifer Lawrence está llorando y desahogándose con su abuela. Suena el timbre y va a abrir la puerta. Inmediatamente, su cara está mágicamente limpia y sin rastro de las lágrimas que acaban de correrle el maquillaje. ¡Son enigmas del celuloide! También es increíblemente obvio el corte y pega en el momento en que vemos la toma cerrada de ella desde un sillón exigiéndole apoyo a su padre, De Niro, quien sale haciendo algo ligeramente distinto al mafioso/newyorkino que ha interpretado desde hace casi 2 décadas.

Joy
Asustada por las cámaras…de nuevo. No es Katniss.

Otra cosa molesta es que esta es como «The martian», otra graduada de la escuela de musicalización de Cameron Crowe. Casi cada pinche escena tiene su propia musiquita, como si les hubieran concedido el mismo deseo que a Peter Griffin.

¿Qué rescato de la película? Lo siento, pero solo ver a Jennifer Lawrence con el vestido ochentero que muestra sus piernas y que Dascha Polanco haga otra cosa que no sea «orange is the new black». No se me ocurre nada más.

En conclusión, esta película debió durar hora y media y transmitirse en Hallmark Channel. O no existir. Nadie habría perdido nada.