
La nueva solidaridad (2016)
En el 2016, Roberto Lovato publicó el artículo “Mapeando la nueva solidaridad” y hay varias cosas que me llaman la atención; especialmente después de haber leído este artículo que habla de cómo la comunidad latina en Estados Unidos ha vivido el ataque al capitolio por los seguidores de Trump: Un salvadoreño hace la conexión con la entrada de Bukele junto al ejército a la Asamblea Legislativa el 9 de febrero del 2020 (con ayuda de Guillermo Gallegos). Un venezolano hace la reflexión del impacto del populismo de derecha de Trump y lo compara con el populismo del que él escapó. Por supuesto que el artículo termina con la misma retórica de lo maravillosa que es la democracia estadounidense y que hay que defenderla, blablabla… el mismo discurso al que tienen que someterse ahí. Ya sabemos que todas las minorías tienen que cumplir cuarenta mil requisitos y ser casi perfectos para que se les consideren sus Derechos Humanos mínimos.
Pero hoy quería enfocarme en estas frases tan certeras de hace casi 5 años que nos invitan a unirnos desde abajo y no creer que la narrativa dominante es la verdad absoluta:
Según (Adelina) Nicholls, “La solidaridad comienza y termina con las necesidades de la gente, con sus familias aquí y en México Ya no lidiamos con los movimientos sociales tradicionales liderados por organizaciones políticas, sino con gente que entra en la política formando clubes que recaudan dinero para enviar a sus lugares de origen, para carreteras en Guerrero, para una clínica en Zacatecas, o para ayudar a que la gente lidie con el tema de las drogas en Michoacán. En ausencia de asistencia gubernamental, la gente no tiene otra elección que emprender estas iniciativas de pueblo a pueblo. Este es el futuro de la solidaridad ”.
LLAMANDO A EVANGELINA!!!

Las palabras y el trabajo de Adelina Nicholls reflejan lo que se convertirá en el modelo de solidaridad imperante en la era del cambio climático, la migración masiva, y la demografía racial, étnica y electoral que cambia rápidamente; una era de organización mediada por la tecnología y la destrucción del estado de bienestar; una era testigo del rápido declive de la hegemonía estadounidense en América Latina, el surgimiento de nuevos actores no estatales y el surgimiento de nuevas formas de solidaridad, incluida la de la Derecha latinoamericana en los EE. UU.
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Para Leroux, quien, junto con el filósofo Charles Fourier y el economista Henri Saint-Simon fue uno de los primeros que abogó por el “socialismo”, la solidaridad podría reemplazar los conceptos cristianos de caridad; la solidaridad, según Leroux, era una alternativa más colectivizada al individualismo y la falta de igualdad que, en su opinión, era inherente a la caridad cristiana. Y lo que es más, el socialismo, creía Leroux, podría lograrse primero resaltando y luego expandiendo las ondas de solidaridad que ya estaban presentes en la sociedad misma.
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El ascenso de (John) Kerry de veterano de Vietnam y activista de la solidaridad a Secretario de Estado de los EE. UU. muestra cómo los actuales y futuros oponentes de la solidaridad latinoamericana de izquierda tendrán ellos mismos experiencia de cómo los movimientos solidarios funcionan.
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En 2014, el secretario de Estado Kerry denunció un período de disturbios antigubernamentales en Venezuela que dejó un total de 43 muertos – el mismo número de desaparecidos que en Ayotzinapa – como una “campaña de terror” apoyada por el gobierno. Aunque muchos de los decapitados, baleados y asesinados durante las revueltas de 2014 fueron chavistas (un punto que pasó por alto la mayoría de los medios de comunicación estadounidenses), Grupos conservadores venezolanos en Miami y Nueva York cosecharon tanta, si no más, atención que aquellos que denuncian la violencia apoyada por el Gobierno México. Esto a pesar de la existencia de abundantes, pero en gran medida pasados por alto, reportes de Derechos humanos que muestran que las fuerzas de seguridad de México son responsables de asesinatos, desapariciones y torturas en una escala que supera con creces la de cualquier otro gobierno en la región.
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La lucha política en torno a Venezuela (y la ausencia de tal lucha en torno a la política de EE.UU. con México) es solo una ilustración de cómo los solidarios de hoy se enfrentan a un campo de juego cada vez más sesgado hacia la derecha, incluso cuando el ascenso del electorado latino en los Estados Unidos parece haber ayudado al Partido Demócrata a consolidarse en la presidencia en el futuro cercano. El caso de Venezuela también demuestra cómo el trabajo de solidaridad en la región ahora debe lidiar con el hecho de que las posiciones de las principales redes de medios y el gobierno de EE. UU. tienden a alinearse con las de los grupos de incidencia de la derecha latinoamericana, muchos de los cuales también han optado por organizarse en los Estados Unidos

Debido a su estatus legal, las personas centroamericanas tuvieron que ejercer el poder y organizarse por debajo del radar, dando la falsa impresión de que solo los anglos concibieron y lideraron los movimientos de solidaridad con El Salvador o Guatemala. De hecho, el liderazgo y las directivas principales (no solo el “liderazgo moral” que se menciona a menudo en los libros sobre el Movimiento Santuario) vino de las mismas personas salvadoreñas y guatemaltecas, como quienes fundaron los grupos de apoyo del Bloque Popular Revolucionario en San Francisco a mediados de la década de 1970. Hoy, el liderazgo de los movimientos centroamericanos, de inmigración y otros viene más claramente de abajo, en formas que reflejan nuevas oportunidades de cooperación regional en torno a un tema solidario como la inmigración.
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La decisión de la administración Obama a principios de enero de 2016 de organizar redadas y deportaciones dirigidas a mujeres y niños centroamericanos huyendo de la violencia en sus países de origen solo ha profundizado un sentido de causa común entre centroamericanos y otros grupos latinos, así como entre centroamericanos y sus países de origen. En muchos sentidos, este es una inversión del modelo de solidaridad de fondos-del-Norte-rico-y-defiende-al-pobre-Sur de una época anterior. Más de 60 grupos liderados por latinos han realizado acciones conjuntas en Los Ángeles, San Francisco y otras importantes ciudades de Estados Unidos, denunciando las órdenes de deportación de la Administración Obama. Y eso es sólo el comienzo.
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Después de tanta devastación y tantas promesas rotas, la desilusión corre profundamente dentro de las comunidades latinas: los votantes latinos recuerdan que Obama prometió eliminar los programas de deportación que terminó expandiendo por todo el país. Y aquí radica el potencial para una política de solidaridad que trasciende la esfera electoral dentro de las fronteras de los Estados Unidos.
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“Creo que es una cobardía perseguir a personas vulnerables que vinieron aquí huyendo del tipo de violencia extrema que nunca hemos visto aquí en los Estados Unidos”, argumenta (Esther) Portillo. “¡Estamos hablando de niños, niños encarcelados porque dejaron una situación escandalosamente peligrosa que nuestra guerra y nuestras políticas económicas ayudaron a crear!”
Reforzando aún más las conexiones realizadas por Portillo y otros centroamericanos están las revelaciones hechas en julio de 2015 de que, durante el golpe de Estado de 2009 en Honduras, la entonces secretaria de Estado (Hillary) Clinton aprobó planes para mantener al depuesto presidente hondureño Manuel Zelaya fuera de su puesto. Incluso envió al amigo de ella y de su esposo, el abogado cabildero Lanny Davis, para ser intermediario con el régimen golpista de Roberto Micheletti. Esto le permitió a Clinton dar una negación creíble respecto a un golpe sobre el que la administración Obama había permanecido callada.
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“Esos informes de la participación de Clinton en el Golpe de Honduras traen malos recuerdos a las personas centroamericanas sobre la década de 1980 y cómo la administración Reagan rechazó a personas refugiadas que huían de las guerras”, dijo Suyapa Portillo Villeda, profesora asistente de estudios trasnacionales Chican@ -Latin@s en Pitzer College. “Cuando consideras que esas guerras, patrocinadas por la administración Reagan, mataron a 80.000 en El Salvador y más de 200.000 en Guatemala y que la mayoría de nosotros estamos aquí por esas guerras”, dijo Portillo.
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“Los políticos que quieren nuestro voto pronto se darán cuenta que votamos por nuestras familias aquí en los Estados Unidos y en casa”, sostiene Nicholls. “No nos hemos olvidado de los inmigrantes y no nos olvidaremos de México”.